jueves, 24 de marzo de 2011

LA NAVIDAD

Aquí estoy, ante un papel en blanco y el bolígrafo en la mano agitándose, esperando a escribir la primera palabra para coger carrerilla, como un coche cuando está parado en el semáforo y da acelerones esperando a que se ponga verde para comenzar la marcha.
En este momento de espera se me ocurre hacer un repaso de las fiestas navideñas que acaban de terminar, de la rapidez con que se van sucediendo los días y semanas, tanto que incluso hablar de la Navidad me parece que ya está fuera de lugar, pues aunque todavía estamos disfrutando de las vacaciones, ya se oye hablar de carnavales.
A pesar de todo lo haré, porque sobre todo en los días previos a las fiestas navideñas, cuando se hacen las compras, se adorna el árbol, el Belén y se colocan los detalles navideños. Recuerdo los mismos hechos pero de mi niñez, y con mucha nostalgia recuerdo a mi madre haciendo los roscos, mantecados, pastas… Incluso los licores los hacía ella, y tanto mis hermanos como yo ayudando a llevar y traer las bandejas del horno de leña que había en mi calle. Me acuerdo de las ganas con que cogíamos los polvorones que mi madre guardaba en grandes cajas y que ponía en alto, lo cual no le servía de mucho porque siempre había alguno subido en la silla y estirando la mano para alcanzarlos.
Como éste, tengo infinidad de recuerdos que vienen a mi memoria cuando ahora, a mediados de octubre ya se empiezan a ver los dulces navideños en las tiendas que solo tienes que pedirlos y los tienes, de manera que cuando llega mediados de diciembre ya estar más que harta de polvorones, roscos, pestiños, turrones… Ahora todo y en casi cualquier momento lo tienes al alcance de la mano y en mi opinión, hace que el espíritu navideño se pierda un poco. Lo mismo me pasa con los adornos navideños, en aquella época (mi niñez), desde el árbol hasta el Belén se preparaban con mucha ilusión. Hacíamos cadenetas de papeles de colores, pompones de celofán, las montañas para el Belén y hasta las tarjetas de felicitación, que eran una cosa obligada para los familiares y amigos que estaban lejos.
A pesar de que todo ha cambiado mucho, al menos en mi caso, la ilusión la sigo manteniendo con estas fiestas, sobre todo cuando nos reunimos toda la familia para cenar, y los preparativos que esto conlleva, o cuando el día de Reyes nos damos los regalos que con tanta ilusión hemos ido comprando para cada uno.

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